Llamaré al personaje de mi escrito L., es igual saber si es hombre o mujer; al igual que no importa saber su edad ni su estado civil...
Lo que sí tiene importancia y mucha, es lo que a L. se hace llegar hasta mí.
¡Siento que nadie me comprende, siento que no encajo en las situaciones, siento que me estoy ahogando y perdiendo a la vez!
Para ser honesta con la definición de sus sentimientos, costó dos horas ( dos sesiones), poder identificar y aflorar esos sentimientos, y con ellos los datos más relevantes de las experiencias de su vida.
No quiero explicar el caso desde el punto de vista "historia vivida" "resultados actuales", quiero explicaros como en la quinta sesión, notando que no avanzábamos en el proceso de mejoría ni en el de obtención de concienciación, situé a L. delante de la ventana de mi despacho. Le hice mirar a través de ella y le dije que me explicara que veía.
Fue curioso que en lugar de focalizarse en la gente, los edificios, los coches o las luces, enfocase su mirada al horizonte (donde hubiera visto el mar, si no hubiese sido de noche).
Me dijo con voz entrecortada:
- ¡No lo veo, pero sé que el mar está al fondo!
-¿ah sí? - le contesté-
-¡Claro que sí, aunque tú ya lo sabes!
-Pero aunque lo sé, ¡no lo veo! -añadí- ¡que suerte tienes de ver lo que está tan oscuro!
Y ahí se abrió el diálogo más sorprendente que he vivenciado en éstos últimos años...
El personaje L. mi miró con ojos de sorpresa, y empezó a hablar (como en ninguna sesión había hecho), y hablaba y hablaba mirando tras el cristal de la ventana, como perdido en el horizonte y preguntándose y contestándose en una perfecta comunión consigo.
Y de pronto, abrió la ventana y empezó ha hablar de su pasado.
- Es que lo que ocurrió es negro como ese mar que está al fondo...
y cerró la ventana y siguió:
- y ahora aquello ha hecho que yo...
Y así se iban sucediendo los argumentos de su pasado con el presente, y L. abría y cerraba la ventana vinculando su relato para dejarlo situado en el tiempo. Me dí perfecta cuenta que no era consciente de lo que estaba ocurriendo, pero cuando terminó, su expresión era serena y noble, asentía con la cabeza, y me dijo...
- ¡Gracias por tu silencio!
Sigo sorprendida, como una ventana fue capaz de ATRAER EL PASADO, Y DEJARLO ENTRAR EN EL PRESENTE, de manera tan sencilla y tan espectacular.
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