Despertar
al AMOR
No sé si tú que estás
leyendo esto, alguna vez has pensado en qué momento fuiste consciente del amor.
Cuando lo sentiste como una fuerza incontrolada que pintaba la cotidianidad y, parecía una película diferente de la vida que
hasta el momento llevabas.
Yo, que en mi vida,
creí que todo lo bañaba de auténtico amor, desde siempre, hubo un momento en
que descubrí que SI era amor lo que sentía, pero no estaba segura del todo si
podía denominarlo amor auténtico, ya que la imperiosa necesidad de sentir
compañía, reconocimiento, pertenencia, autoestima, igualdad, normalidad, me
hacían blanco perfecto para SENTIR AMOR y ENTREGAR AMOR, pero que en el fondo
empecé a valorar lo que encerraban mis actos amorosos y afloraron criterios que
desvirtuaban lo sublime del sentimiento.
Supongo que si tienes
18 años, tienes derecho a pensar distinto, si tienes 30, 40 o 50
evidentemente sentirás diferente, pero voy explicar como yo desperté al amor
a lo largo de lo que llevo vivido.
Me casé joven, como
todos los de mi época, y la decisión de casarme no estuvo sujeta a la reflexión
madura (no podía, no era más que una mujer de 21 años), que por otra parte
opino debería existir siempre antes de una acción así, y creí ciegamente que mi
amor tiraría del carro de la vida con mi libertad y mi responsabilidad, que era
lo que se me antojaba delante de mi boda.
Mi marido, una
persona buena, que supongo al igual que yo, la compañía, el reconocimiento, la
pertenencia, la autoestima, la normalidad, la libertad y el dulce sabor del
gusanillo de lo desconocido, le nublaron también y ponderó su sentimiento de
amor, al pódium más alto.
Si es cierto que
amor, junto con la pasión, y la libertad de vivirlo sin condicionantes,
aderezado de independencia y con la fuerza, entusiasmo y fantasía que la
juventud nos ofrece, da como resultado un ciego amor poderoso que “podrá con
todo, con TODO” que, además lo hacemos nuestro, creyéndonos que jamás nadie en
la historia ha vivido lo que nosotros sentimos; en una palabra, nos creemos los
amos del mundo, como yo misma sentí y creí.
Y supe lo que es el
amor, y supe lo que es confundir el amor, y todo porque cuando de niña pregunté
lo que era el amor, la calle, la voz de mis amigas me dio una versión que yo
creí a ceguera absoluta.
Me dijeron que amor
era un cosquilleo que te ahogaba cuando él
estaba cerca, y también me defendieron que amor era que él te pertenecía y tú le pertenecías a él.
¡Vale, vale! Ya me he
enterado, pensé. Para sentir amor necesito a un hombre, o sea que amor lo
vinculé a otra persona.
Más tarde, en el
primer desamor, cuando el cosquilleo aún persistía, pero él ya no se acercaba a mí, supe que amor también era dolor.
¡Eso no me lo habían
explicado mis amigas, ni la calle, ni mis profesores!
Hoy sé que AMOR no es una persona, amor soy yo y mi capacidad de valorar, de sentir, de compartir.
Amor es libertad, amor es respeto, amor es paz y pasión, amor es dolor y perdón, amor es captar lo que te la vida y la gente tiene para ofrecerte.
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