TU ERES EL ESPEJO QUE MIRO PARA MIRARME… Y YO SOY EL REFLEJO DE LO QUE TU MIRAS AUNQUE NO LO QUIERAS VER.

Maribel Genzor

22 marzo 2015

Despertar al AMOR

No sé si tú que estás leyendo esto, alguna vez has pensado en qué momento fuiste consciente del amor. Cuando lo sentiste como una fuerza incontrolada que pintaba la cotidianidad y,  parecía una película diferente de la vida que hasta el momento llevabas.
Yo, que en mi vida, creí que todo lo bañaba de auténtico amor, desde siempre, hubo un momento en que descubrí que SI era amor lo que sentía, pero no estaba segura del todo si podía denominarlo amor auténtico, ya que la imperiosa necesidad de sentir compañía, reconocimiento, pertenencia, autoestima, igualdad, normalidad, me hacían blanco perfecto para SENTIR AMOR y ENTREGAR AMOR, pero que en el fondo empecé a valorar lo que encerraban mis actos amorosos y afloraron criterios que desvirtuaban lo sublime del sentimiento.
Supongo que si tienes 18 años, tienes derecho a pensar distinto, si tienes 30, 40 o 50 evidentemente sentirás diferente, pero voy explicar como yo desperté al amor a lo largo de lo que llevo vivido.

Me casé joven, como todos los de mi época, y la decisión de casarme no estuvo sujeta a la reflexión madura (no podía, no era más que una mujer de 21 años), que por otra parte opino debería existir siempre antes de una acción así, y creí ciegamente que mi amor tiraría del carro de la vida con mi libertad y mi responsabilidad, que era lo que se me antojaba delante de mi boda.
Mi marido, una persona buena, que supongo al igual que yo, la compañía, el reconocimiento, la pertenencia, la autoestima, la normalidad, la libertad y el dulce sabor del gusanillo de lo desconocido, le nublaron también y ponderó su sentimiento de amor, al pódium más alto.
Si es cierto que amor, junto con la pasión, y la libertad de vivirlo sin condicionantes, aderezado de independencia y con la fuerza, entusiasmo y fantasía que la juventud nos ofrece, da como resultado un ciego amor poderoso que “podrá con todo, con TODO” que, además lo hacemos nuestro, creyéndonos que jamás nadie en la historia ha vivido lo que nosotros sentimos; en una palabra, nos creemos los amos del mundo, como yo misma sentí y creí.
Y supe lo que es el amor, y supe lo que es confundir el amor, y todo porque cuando de niña pregunté lo que era el amor, la calle, la voz de mis amigas me dio una versión que yo creí a ceguera absoluta.
Me dijeron que amor era un cosquilleo que te ahogaba cuando él estaba cerca, y también me defendieron que amor era que él te pertenecía y tú le pertenecías a él.
¡Vale, vale! Ya me he enterado, pensé. Para sentir amor necesito a un hombre, o sea que amor lo vinculé a otra persona.
Más tarde, en el primer desamor, cuando el cosquilleo aún persistía, pero él ya no se acercaba a mí, supe que amor también era dolor.

¡Eso no me lo habían explicado mis amigas, ni la calle, ni mis profesores!

Hoy sé que AMOR no es una persona, amor soy yo y mi capacidad de valorar, de sentir, de compartir.
Amor es libertad, amor es respeto, amor es paz y pasión, amor es dolor y perdón, amor es captar lo que te la vida y la gente tiene para ofrecerte.

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