LA TACITA DE PORCELANA
Recuerdo un cuento
de autor desconocido que me viene como anillo al dedo para ilustrar el
sentimiento que en estos momentos me invade y que es sobre lo que quiero
escribir.
“Un
matrimonio ingles entró a una tienda de vajillas, y la mujer, fiel amante de
las porcelanas finas, se fijó en una tacita que en un rincón yacía…
La
tomó entre sus manos, y no dejó de exclamar ¡que maravilla, que finura y delicadeza!, y la
miraba y le daba vueltas… ¡qué maravilla, que finura y delicadeza!
De
pronto la tacita empezó a hablar…
¡Señora,
no siempre fue así! Yo era un pedazo de barro que en manos de mi
creador tomé forma a base de golpes y moldeados. Tanto me golpeó, aunque
cariñosamente y tantas veces me pasó sus manos por encima que llegó un momento
que no pude resistir más. Le grité a mi creador ¡por favor, déjame en paz! Y él
me contestó:
Después
me puso en un horno, y ¡Dios qué calor! En mi vida había sentido tal calor y
tal compresión en mi cuerpo; cuando ya no soportaba más, le grité a mi creador
¡por favor, déjame en paz, sácame de aquí que me muero de calor! Y él me
contestó:
-¡no
todavía no es tiempo, aguanta un poco más!
Luego,
me sacó y con mucho cariño, me depositó en una estantería para que me enfriase,
y eso lo agradecí… pero cuando estaba disfrutando de mi vida, me tomó entre sus
manos y empezó a cepillarme y a pintarme…, y ¡Dios qué desazón y que olor a
pintura y resina que me ahogaba! En mi vida había sentido tal desesperación,
hasta tal punto que le grité a mi creador ¡por favor, déjame en paz, deja de
pulirme y de pintarme que me muero de ahogo! Y él me contestó:
-¡no
todavía no es tiempo, aguanta un poco más!
Cuando ya me hubo pintado, creyendo yo que
había finalizado mi calvario, me tomó de nuevo entre sus manos con mucho cariño
y me introdujo en otro horno, que ese si era irresistible…
,
y ¡Dios qué calor, que calor y qué dureza notaba en mi cuerpo! En mi vida había
sentido tal calor y tan brutal compresión en mi cuerpo; cuando ya no soportaba
más, le grité a mi creador ¡por favor, por favor te lo pido déjame en paz,
sácame de aquí que me muero de cansancio, calor y de agotamiento! Y él me
contestó:
-¡no
todavía no es tiempo, aguanta un poco más!
Creó
que iba a desmayarme, cuando el horno se abrió y me tomó entre sus manos y me
dejó reposando en una estantería más alta que la anterior. ¡Eso era
refrescarme, eso fue volver a la vida!, y cuando de nuevo lo vi que alargaba
sus manos para tomarme de nuevo… quise morir, pero me puso frente a un espejo y
me dijo:
¡Mírate,
esa eres tú!
Yo
sé que te dolió ser golpeada y moldeada, y sé que te quemó el primer horno,
pero si no lo hubiera hecho probablemente te hubieras quebrado convirtiéndote
en tierra de nuevo, y sé que no te gusto que te limara, y menos que te pintara,
pero ya con resistencia si no te hubiera pintado tu vida no hubiera tenido
color ni posición, y sé que fue terrible el segundo horno, pero si no te
hubiera metido allí, tu color y tu seña de identidad no hubiera resistido con
el tiempo. ¡Ahora ya eres una tacita con recursos, fuerza, brillo y resistencia
para sobrevivir y ser!
¡Esto
vi en aquel pedazo de barro cuando te tomé entre mis manos!”
Creo que eso
pasa con nosotros. Sobre todo, con todo a lo que nos tenemos que enfrentar en
la vida, pero no somos capaces de ver el resultado final, porque no somos
capaces de CREER en nosotros mismos, ni de plantearnos LO QUE QUEREMOS Y EL
ESFUERZO QUE PRECISA.
He impartido
estos 5 días de fiesta un curso, y he
sentido muchas veces como las piezas de barro tomaban forma y posibilidad.