UNA CLASE DE PSICODRAMA
Una bufanda y un pañuelo de
cuello olvidados; un profesor que aprovecha los objetos; unos alumnos que se
cuestionan los olvidos, y yo intentando observar que estaba produciéndose en
esa escena.
Unos comentarios
superficiales; unas sugestiones asociadas, unas conclusiones bastante ahogadas,
y yo repasando mi vida que se me presentó disociada.
Y me reafirmé en mis
conductas; dí por supuesto que podía hacerlo puesto que me resultaban
evidentes, conocidas, sabidas y vividas… ¡yo nunca olvido nada!
Y una bufanda olvidada y, un
pañuelo abandonado, me abrieron la puerta de la zona escondida, de la zona que,
aún sabiendo que existe, es difícil llegar a ella.
Un grito ahogado y
silencioso explotó en mi interior…¡YO SIENTO PENA!
Que mis ojos no saben lo que
les pasa, pero lloran; que mis latidos del corazón no saben lo que les pasa,
pero se aceleran; que mis manos no saben lo que les pasa, pero se agarrotan; y
yo que sí se lo que me pasa… ¡SALGO A ESCENA!
Un profesor-conductor que
con ojos directos y mirada más allá de la mirada, me mueve y hace decir y
hacer… y yo pongo sillas vacías, y yo bautizo las sillas, y sus nombres me
resuenan desde lo secreto y desde lo inconsciente; tu CORAGE, tu CANSANCIO, tu
YO.
Y las transito de forma
inducida y, me revelan experiencias y, me abren el pensamiento y, me airean los
sentimientos; y yo me dejo arrastrar al túnel del pasado y entre las lágrimas
incontenidas que me escuecen no sólo los ojos y, los sentimientos que se
expanden, caigo en la más absoluta claridad. ¡COMPRENSION TOTAL!
Y que la pena está vinculada
al pasado y, que no tiene sólo el nombre de mi hermano, que la pena no sólo es
pena, que es impotencia y, no tiene sólo el nombre de mi persona…
¡Y QUE YA COMPRENDO!
Me voy con el cuerpo
apalizado, la mente espesa y un alma serena… ¡carretera y música!
Y sé que la bufanda olvidada
de mi compañero Imanol, y el pañuelo dejado de mi compañera Marijo, volvieron a
ellos.
¿qué hora es? ¿Dónde estamos
ya cariño?
Y la voz potente y conocida
me contesta que en Zaragoza, y justo en ese preciso instante, justo ahí me dí
cuenta que mi tan conocida, sabida y vivida manera de actuar y ser, se había (
bueno eso no es correcto YO LA HABIA) olvidado en clase, en forma de pasmina
grande, naranja, brillante, con la que me cubría siempre.
Una pasmina olvidada, que
me devolvió mi vida también olvidada.
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