NO TENGO LA IMAGEN QUE QUIERO…
Julia,
desde que cumplió 15 años no sale a la calle de forma natural y libre. Desde
hace 2 años, tiempo en el que empezaron a aparecerle unos
granos en la frente y en la barbilla.
Fernando
rechaza sus pelos, que considera exagerados en cantidad y en ubicación de su
cuerpo, y que han provocado que tenga que depilarse constantemente para
intentar disimular las zonas peludas de un cuerpo de apenas 16 años.
Mia
evita mirarse en los espejos. En los últimos meses su nariz aguileña le resulta
un auténtico calvario.
Rosana
se ve celulítica, fea, y se compara de forma obsesiva con todas sus amigas y
cualquiera que se cruce por su camino.
La dismorfofobia es una de las patologías psicológicas más frecuentes
entre nuestra juventud. Los chicos y chicas actuales, habitualmente de clase media-alta, viven con una preocupación
constante sobre su apariencia física, buscandose defectos, arrugas, granos, un
poco de celulitis, alguna deformidad que en su mente imaginaria puede observar por todo su entorno.
La
obsesión puede centrarse en la nariz, en las arrugas alrededor de los ojos, en
la caída del cabello… Cualquiera de estas percepciones sume al joven en una
crisis psicopatológica de la que es muy difícil evadirse. Yo estoy tratando a
muchos jóvenes con éste cuadro, que si bien está instalado en ellos, cuando lo
abordamos directamente y profundizamos en las causas que pueden producirlos,
nos encontramos con sensaciones de soledad, con impactos emocionales demasiado
frágiles, con falta de atención por parte de su circulo más próximo.
El
Italiano Enrico Morselli fue el primero en identificar este cuadro en el año
1891, cuadro que con el tiempo y los avances de la tecnología y los bombardeos
publicitarios, no ha hecho sino empeorar. Los medios de comunicación y
las continuas referencias a la belleza casi perfecta transforman una pequeña
alteración en un drama sin solución.
La
fobia a la fealdad o al defecto físico asola a nuestros jóvenes, que viven
comparándose continuamente con sus amigos. En algunos casos
les impide relacionarse y se esconden de las relaciones sociales, convencidos
de que el mundo les despreciará. A estas pequeñas imperfecciones se les da una
importancia desmesurada olvidando a las personas.
La obsesión es permanente, y poco o nada puede hacerse mediante razonamientos
desde sus círculos próximos, pues por norma no les tienen consideración ni
credulidad.
En
los jóvenes este sentimiento de minusvalía física aparece con los cambios
fisiológicos de la pubertad, en torno a los 12 años, y acaba
normalmente a los 20 años. En los casos graves puede continuar hasta la edad
adulta.
En
muchos casos esta patología esconde un rechazo a su desarrollo y crecimiento,
en otros el miedo a parecerse al progenitor que les parece menos atractivo.
También puede aparecer cuando envidian a un hermano o hermana.
Algunos
de nosotros guardamos en la mochila recuerdos de desesperanza y malestar que no
se han aliviado totalmente. Le hemos echado la culpa a nuestras supuestas
deformidades de los primeros fracasos amorosos, de las dificultades para ligar,
de la falta de amigos… Ciertamente cuando hurgamos en el espejo de nuestra
imagen, tenemos que haber avanzado mucho en la aceptación, satisfacción, y
madurez para encontrar la imagen que nos devuelve el espejo, cuanto menos
NORMAL.
Me
preocupa como mi consulta cada vez se llena más de ¡no tengo las imagen que
quiero!, y tengo una línea trazada para conseguir que conciencien que ¡no
tienen la imagen que nos venden! ese TERRIBLE SUFRIMIENTO QUE PADECEN TENEMOS LA OBLIGACION DE AYUDARLES A SUPERARLO.
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